El cine ya lo venía avisando con películas como Gattaca (clásico moderno de la ciencia ficción sobre la selección genética) o Yo, Robot (inspirada en las obras de Asimov). Los avances científicos y el desarrollo de la inteligencia artificial traen consigo grandes dilemas morales. Un ejemplo de ello es el que se plantea en la cinta protagonizada por Will Smith, Yo, Robot: un robot decide salvarle la vida a él, un hombre adulto, en vez de a una niña de doce años involucrada en el mismo accidente. ¿Por qué? El robot calcula fríamente cuál de los dos tiene más probabilidades de sobrevivir. La niña, con heridas más graves que las de Smith, solo tiene un 11% de probabilidades de sobrevivir. Smith, por su parte, tiene un 45%. Como el androide carece de inteligencia emocional, se decanta por salvar al sujeto que está menos grave.
"Los humanos somos un 85% de inteligencia emocional, algo que los robots, por el momento, no tienen. Esta carencia provoca que diariamente se planteen dilemas parecidos en el diseño de todo tipo de algoritmos de inteligencia artificial. Probablemente este tipo de planteamientos éticos sean la razón por la que la inteligencia artificial no está plenamente integrada en nuestras vidas", explica a ICON el científico y profesor David Calle (Madrid, 1972).