La huella del trauma en babuinos y humanos

Los primates humanos somos unos seres que venimos al mundo con una mente flexible y sumamente plástica. Esto conlleva ventajas e inconvenientes al mismo tiempo. Por un lado nos hace muy sensibles a lo que nos pasa, pero también nos permite aprender acerca de todo lo que nos rodea y adaptarnos a casi cualquier situación. Esto implica que nuestra infancia está orientada a absorber, entrenar y poner en marcha todo nuestro potencial como seres humanos que somos. Ahí radica la fuerza y debilidad de lo mucho que dura en nuestro orden de especies esta primera fase de la vida. 
Aunque el proceso nunca se detiene esta época es de especial importancia. Son cientos los estudios que relacionan los traumas de la infancia con la supervivencia. Se trata de un periodo sensible en todos los sentidos. Por ejemplo, en humanos sabemos que problemas de abuso, maltrato o rechazo aumentan las probabilidades de padecer diabetes, problemas de corazón u otras enfermedades en el futuro. Pero también interfieren en la interacción con otras personas o en el desarrollo de su afectividad. Las consecuencias condicionan nuestra salud física y emocional cuando somos adultos, incluso cuando los sucesos ya no ocurren y el estrés ha desaparecido.