El ‘ojo vigilante’ de dios facilitó la aparición de sociedades complejas

Nadie ha demostrado nunca que exista un dios omnisciente, que tiene preferencias morales y que puede castigarnos si no las seguimos. Sin embargo, la creencia en un ser supremo condiciona la vida de cientos de millones de seres humanos en todo el mundo, que realizan todo tipo de esfuerzos para satisfacerlo. Y este peculiar comportamiento ha podido desempeñar un papel clave en la evolución de las sociedades humanas.
El antropólogo británico Robin Dunbar, padre de la hipótesis del cerebro social, calculó que el límite superior para los grupos humanos es de 150 individuos. Esta cifra se corresponde con las dimensiones de los grupos de cazadores recolectores, con el de las comunidades agrícolas e incluso con la cantidad de amigos que realmente podemos gestionar en Facebook. Sin embargo, las sociedades humanas han logrado superar por mucho ese nivel de complejidad y hay ejemplos de cooperación y sacrificio extremos, como el de los combatientes que dan su vida en guerras por millones de compatriotas desconocidos.