Alianzas de hembras frente a machos agresivos

En el pasado, muchos pensadores sin escrúpulos quisieron encontrar en la naturaleza y otras tribus humanas argumentos con los que justificar la violencia machista y la dominación del hombre sobre la mujer, haciéndolo pasar como algo instintivo. Según este punto de vista, se trata de un impulso difícil del que liberarnos. Estas justificaciones las encontraron concretamente en los papiones o babuinos, una especie que es especialmente violenta pero que jamás mata a sus consortes, como sí hacemos los seres humanos. 
En algunas tribus humanas también encontraron justificación. Pero pronto aparecieron estudios sobre sociedades, como los Aché de Paraguay, donde las mujeres cazan incluso estando embarazadas, lo que les proporciona un estatus considerable. Afortunadamente, estas tesis de descalificación de la mujer fueron cayendo poco a poco en el olvido. 
Es cierto que en las relaciones entre animales existe cierto nivel de agresividad en momentos de tensión, tanto entre miembros del mismo sexo como entre machos y hembras. Sería absurdo negarlo. Además, en ausencia de un lenguaje verbal tan explícito como el habla humano, enseñar los dientes, enfadarse, empujar o propinar pequeños mordiscos es la manera en la que unos negocian su posición con otros, hembras incluidas. Es el modo de decir no más universal, presente en niños también. Pero nosotros sí poseemos ese lenguaje tan complejo que nos permite decir NO claramente. En este sentido, el conflicto cumple un objetivo claro: devolver el equilibrio a las partes que mantienen diferencias entre sí.